Puerto Mall

Ansiadas vacaciones! ¿cuanto tiempo esperamos a disfrutar un par de meses que luego se nos van tan abruptamente?. En especial, febrero, ese mes donde la gran masa santiaguina toma sus días para escapar de todo y todos, de las rutinas, los ahogos, las presiones, etc. En busqueda de un relajo total llegue a Frutillar (salió verso). "Qué silencio! dónde está pablito?", era lo único que se me pasaba por la mente. En uno de esos tantos días fuera de la city, emprendimos rumbo a Puerto Montt, y como buenas turistas, fuimos al principal atractivo que se puede encontrar en los pueblos del "sure", una feria artesanal!! ¬¬ pero esta feria no era como cualquier otra, no!! estaba invadido de gringos, altos, flacos, blancos y arrugados, dejando su dineral en los improvisados puestos, donde los precios se mostraban en dolares y el vendedor te atendia en inglés. Estaba en Chile? sí, lo estaba (como hemos avansado, ¿o no?), mientras los gringuitos compren el buen chaleco de alpaca (¿que hace un chaleco de alpaca en el sur, o gorritos andinos, mmm, interconectividad regional, o algo asi?) o el gorro chilote, o la joyita de lapizlazuli... Ya lejos de tanto comercio, quise un poco de pas, de naturaleza, de tranquilidad, y encontré EL LUGAR PERFECTO!! pero qué vieron mis ojos?? nooooooo, no puede seeeeeerr, un Mall!!!! aaaaaaaaa, alucino, no, no alucino, era real, un mall más grande que el Tobalaba ante mis narices. Casi lloré, casi reí, el consumismo me llamaba y ahí estaba yo, "vitrineando". Apenas entré recorde que no se puede ir a un mall sin pasar por el patio de comidas, y sí, hasta doggis, pizas, lomitón y demaces, mi vida era perfecta!! faltaba decidir, y mi elección fueron unas empanadas de queso y otras de mariscos (empanadas de mariscos en comidas rápidas si que fue una sorpresa). ¿Qué más podía pedir? ya sé, una hermosa vista, de un segundo o tercer piso, a dos cruceros espectaculares anclados a metros de la orilla (el lugar de donde provenía tanto gringo y tanto billete verde). Lo demás, disfrutar, de aquellos días espectaculares que ya se escaparon del calendario para no volver, pero que valieron la pena.

Sin duda, el consumismo superó casi cualquier frontera (el casi es por si acaso).