Sismos

Camina, camina, pisada tras pisada vas descubriendo lo chueco que está el pavimento. Avanza, dejando atrás al pequeño mañoso que no se detiene ni un momento a sacudirse los mocos verdes curiosos que se asoman en su nariz. La buena mujer que no comprende que la vereda puede tener dos vías te obliga a seguir su paso paciente, y no puedes ofuscarte por eso, porque a ella poco le importa que estés apurado o no, total, vive su mundo idílico o la carcomen sus problemas, pero ¿a quién le importa? Dejas de lado tal pensamieto, todavía recorriendo las oscuras calles de tu barrio, cuando, sin más ni más, analizas lo que has hecho en el día. ¿Por qué siempre eres tú y tu bocota? ¿Para qué actúas de formas que no quieres? ¿Por qué dejas que afloren sentimientos incoherentes, y quieras que todo termine mal para ti? Caminas, caminas, y cada paso es un silencio prolongado, una ausencia, una idea de vaga inconclusa por tu cabeza y de pronto reconoces que sí, sí lo sabes, sabes que nuevos sismos te estan atacando, presientes de qué se trata, y esperas sigiloso que un nuevo volcán aparezca de las profundidades submarinas, solo que dentro de ti. ¿Cuándo será la explosión? Creo que ya fue, o por lo menos un aviso de ella. Que terror, creo que no te soportarán.

No me soportarán, no lo harán!

Espero llegar pronto a casa.